En octubre de 2010, Stéphane Hessel, un diplomático francés de 94 años publicó un ensayo denominado: “Indignez-vous”, cuya traducción al español ha sido: “Indignaos”. En dicho documento, este veterano defensor de los derechos humanos hace un llamado a recuperar esta capacidad crítica, a recordar nuestro sentido de humanidad y asumir un cuestionamiento directo al orden existente, haciendo eje en el pacifismo y la no violencia como nuevas formas de expresar la protesta social.
En el mundo entero, el movimiento de indignados ha tenido diversas expresiones y reivindicaciones, una inmensa ola creciente de manifestaciones callejeras nunca antes vista en la historia. Las protestas sociales, lideradas y conformadas en su mayoría por jóvenes, se replicaban en simultáneo. Analistas políticos, sociólogos, economistas, y científicos de diversas disciplinas empezaban a estudiar el movimiento de los indignados, encontrado como principal motivo de este hecho a la crisis que ha generado el sistema capitalista neoliberal e interpretando esta ola de protestas como una consecuencia de la crisis.
Durante la década de los noventas, se empezó con la llamada “globalización”, el auge del neoliberalismo en el mundo y con este fenómeno la aparición de nuevos conceptos y etiquetas. La dolarización de las economías, el boom tecnológico y el fin de la historia, eran los anuncios de la llegada de estos nuevos tiempos. Pero también, con la globalización aparecieron algunos términos como “exclusión social”, “brechas sociales”, “inequidad”. En realidad, solo era la cara de un mismo sistema, que necesitaba nuevas terminologías para refrescarse y maquillar algunas realidades, y como parte del fenómeno, la existencia de las clases sociales y sus diferencias se diluían en el concepto de “ciudadanía”. La solución a todos nuestros males estaría probablemente en el ejercicio de una democracia radical y en el empoderamiento de los ciudadanos.
Mucho tiempo ha pasado desde entonces, desde que el capitalismo celebraba su victoria sobre un mundo que veía en televisión por cable la caída del muro de Berlín y el fin de la guerra fría. Como no podía ser de otra manera, el nuevo siglo empezó con una guerra, la guerra del petróleo digitada desde los EEUU, bajo el fantasma y la búsqueda de Osama Bin Laden y la justificación – como siempre- en nombre de la libertad y la justicia.
Pareciese una indignación acumulada y estancada en la conciencia de varias generaciones, y de pronto la olla a presión no aguantó más y explotó. La crisis del sistema ya no soporta más maquillaje, y el llamado del viejo Hessel hizo eco en miles de jóvenes que se quedaron sin empleo, sin posibilidades y sin futuro. Sin pensarlo dos veces salieron a las calles.
A pesar de que no es un movimiento coordinado, con plataformas únicas, podemos identificar algunos elementos en común: la construcción de un mundo más justo, solidario y equitativo y el cuestionamiento al orden económico y social.
Reivindicaciones que van, desde la ecología, la inclusión, la no discriminación, el derecho al empleo, el respeto a los derechos laborales, la igualdad entre los géneros, etc., todos coinciden en lo mismo: estos males sociales ha sido producidos por culpa de un sistema ineficiente manejado por un 1% que no está dispuesto a ceder, cuya esencia es la explotación, la corrupción y la injusticia.
La hora de la indignación ha llegado para quedarse, pero ¿bastará solo con indignarse?
Los lemas “Indígnate”- “Actúa” caerían en saco roto, si no le damos un sentido más profundo. Urge la necesidad de organizarse para luchar y para enfrentar aquello que se cuestiona.
¿Porqué es importante la organización?
Se ha dado mucho valor a la protesta espontánea, suelta, libre y sin sentido. Los medios de comunicación, cuyos dueños son justamente ese 1%, el cuál controla las líneas editoriales manipulan día a día y desinforman. El poder económico en manos de unos pocos, justamente hace uso de sus recursos y aunque quieran vendernos lo contrario, sabemos de sobra que jamás van a renunciar al poder que tienen.
Quienes controlan son las empresas trasnacionales y ese pequeño grupo de personas cuya acumulación de riqueza es inmoral, sustenta su poder ejerciendo control sobre los políticos, sobre las fuerzas armadas y policiales, sobre los medios de comunicación. Es a eso a lo que nos enfrentamos, esta si es una lucha de clases, y el término cobra ahora aún mucho más vigencia: ¿cómo entender entonces esta lucha del 99% contra el 1%?
David contra Goliat, entonces se plantea la necesidad de la organización como una herramienta que lleve a la movilización social hacia una victoria definitiva. Una vez más Hessel acierta: "Comprometerse significa abrirse al mundo que nos rodea. Supone decir que existe algo que inventar. Es lo contrario del derrotismo y de la resignación". “Indignaos y Comprometeos”, pero la frase aún esta incompleta.
El llamado a comprometerse, se entiende como una experiencia individual que cada ser humano ha interiorizado después de desarrollar su capacidad de indignación.
El siguiente paso, es un compromiso a seguir participando y apoyando esta lucha, miles en el mundo siguen saliendo a las calles, por ello no es gratuita la definición que el colectivo de cyberactivistas “Anonymous” señala: “somos legión”.
Organizarse para luchar, organizarse para vencer es una tarea urgente. No importa el lugar donde estemos, si es en el trabajo debemos organizarnos en nuestros sindicatos, si es en la universidad en nuestros centros de estudiantes o federaciones, si es en la sociedad, en nuestros colectivos, y más aún, si asumimos una identidad política es válido y necesario organizarnos políticamente. La lucha es desigual, y ya sabemos que ese 1% tiene ventaja, pero nosotros, el 99% tenemos no solo la fortaleza de ser millones en el mundo; sino también que la verdad y la justicia están de nuestro lado.
¡Que tu indignación te lleve a la acción!
¡Si el presente es de lucha, el futuro será nuestro!
Notas y Citas:
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